“A los mayores les
gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás
preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar:
"¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta
coleccionar mariposas?" Pero en cambio preguntan: "¿Qué
edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su
padre?" Solamente con estos detalles creen conocerle. Si les
decimos a las personas mayores: "He visto una casa preciosa de
ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado",
jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles:
"He visto una casa que vale cien mil pesos". Entonces
exclaman entusiasmados: "¡Oh, qué preciosa es!"
...
Son así. No hay por
qué guardarles rencor. Los niños deben ser muy indulgentes con las
personas mayores. Pero nosotros, que sabemos comprender la vida, nos
burlamos tranquilamente de los números. A mí me habría gustado más
comenzar esta historia a la manera de los cuentos de hadas. Me habría
gustado decir: "Era una vez un principito que habitaba un
planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un
amigo..." Para aquellos que comprenden la vida, esto hubiera
parecido más real.
...
Hace ya seis años que mi amigo se fue con su cordero. Y si intento
describirlo aquí es sólo con el fin de no olvidarlo. Es muy triste
olvidar a un amigo. No todos han tenido un amigo. Y yo puedo llegar a
ser como las personas mayores, que sólo se interesan por las cifras.
Para evitar esto he comprado una caja de lápices de colores …
Ciertamente que yo trataré de hacer retratos lo más parecido
posibles, pero no estoy muy seguro de lograrlo. Uno saldrá bien y
otro no tiene parecido alguno ... Titubeo sobre esto y lo otro y unas
veces sale bien y otras mal. Es posible, en fin, que me equivoque
sobre ciertos detalles muy importantes. Pero habrá que perdonármelo
ya que mi amigo no me daba nunca muchas explicaciones. Me creía
semejante a sí mismo y yo, desgraciadamente, no sé ver un cordero a
través de una caja. Es posible que yo sea un poco como las personas
mayores. He debido envejecer.”
Fragmento de “El
Principito”, Antoine de Saint-Exupéry, 1943, Capítulo IV.